Una etapa de cambio y reflexión. Así me gusta ver a mí esta situación generada por el virus SARS-CoV2 y por la enfermedad que produce. El COVID-19 ha parado el mundo tal y como lo conocemos de una forma drástica y dramática y nos ha dado la oportunidad de contemplar la vida desde otra perspectiva.
Me gustaría pensar que de esta situación conseguiremos salir reforzados, renovados. Una nueva etapa para esta especie nuestra, la humana, la que por su forma de vida se aleja de todo lo establecido como «natural», que adapta el medio a sus necesidades, lejos de la adaptación al medio que hacen otros animales, más consecuentes con el planeta, con los ritmos que tiene, con sus necesidades, que finalmente son también las nuestras, aunque de eso seamos actualmente tan ignorantes.

Esta pandemia no está generada únicamente por el virus. Se ha desencadenado por nuestra ignorancia, por nuestro afán por las comodidades y riquezas, por nuestra insensatez respecto al medio que nos rodea, la naturaleza.
El tráfico ilegal de especies es uno de los factores a los que debemos atribuir esto que hoy vivimos. Ese contacto desmedido y descontrolado con la fauna salvaje, sin ninguna precaución, sin ningún respeto y en condiciones deplorables. Porque ese tráfico ilegal se realiza en cualquiera de las condiciones, sin importar la higiene, las repercusiones o el nuevo contacto que se hace con otras especies y con los patógenos que los «habitan». La zoonosis, es decir, ese contagio de un animal a una persona, se produce por la falta de defensas inmunes ante el virus. Nos infecta algo desconocido y nuevo porque nunca antes habíamos tenido contacto con ese agente. Y cada vez, conforme vayamos destruyendo el medio, iremos contactando con más y más patógenos nuevos para nuestro sistema inmune sin que haya especies barrera que lo impidan. Es una realidad. Es algo que vivimos desde tiempo atrás.
Nuestra necesidad de colonizar y obtener recursos, ese deseo de tener más riqueza económica hace que nos adentremos en selvas y lugares recónditos sin el menor cuidado, sin importarnos lo más mínimo el efecto sobre el medio y las repercusiones. Ignorantes los humanos de este mundo civilizado. ¿Seguro somos los más desarrollados? Deberíamos plantearnos qué significa eso.
Contactamos con tribus indígenas para expoliar su lugar de vida. Extraemos las especies que nos da la gana para tenerlas como mascotas, simplemente por ser exóticas, por ser novedosas, por ser graciosas. Y esto tiene graves consecuencias que la sociedad parece advertir ahora, pero que se lleva denunciando desde hace años.
Ante esta pandemia, nos privan de «libertad», nos encarcela el virus en nuestras casas, nos confina. Y a consecuencia de todo ello nos rebotamos, nos sentimos heridos y molestos ante la pérdida de nuestro creído beneficio, cuando somos nosotros quienes con nuestros actos y costumbres lo hemos traído a nuestras vidas. Somos generadores de nuestra desgracia, de nuestra extinción, porque esto no es un «problema de otro», ni hay un tercero al que echarle la culpa. Esto es nuestro problema y es nuestra culpa, nuestra responsabilidad.
Somos animales, uno más en esta cadena vital, pero nuestra soberbia, nuestro afán por creernos más evolucionados, superiores, esta visión antrópica de todo hace que nos confiemos y creamos intocables, una falta de humildad tremenda. Somos los reyes del monocultivo, de la agricultura extensiva y la ganadería, del consumo estúpido, somos la irresponsabilidad hecha carne. Ignorante ser humano, pobre desgraciado que arrasa su propio hogar y se indigna por las consecuencias.
No, esta no es la forma de vida que nos hará crecer. Este modo de vida que hemos alcanzado no debería hacernos sentir orgullosos, sino avergonzados por nuestra actitud, por nuestra incompetencia y falta de conocimiento. Somos necios jugando a ser Dios.
Este confinamiento es una oportunidad amarga, pero es que el ser humano no evoluciona de otra manera, no se supera ante el abastecimiento de recursos, porque nos acomodamos. Únicamente podemos sentirnos orgullosos cuando enfrentamos la adversidad y es en ese momento donde «animalizamos» nuestra parte más humana, nos unimos y reflexionamos.
Nuestro modo de vida es totalmente insostenible, es contrario a lo que nuestro hábitat requiere, genera la extinción de gran parte de la biodiversidad de este planeta, contamina, acumula residuos, genera plagas, epidemias y pandemias que nos hacen vulnerables. Nosotros somos prescindibles para el funcionamiento de este planeta, por lo que todos nuestros actos culminarán en nuestra desaparición, no en su destrucción.
Debemos asumir que esta realidad que hoy vivimos cada vez será más frecuente si no ponemos remedio, si no generamos un cambio, si no volvemos a nuestros orígenes, más cercanos al medio en el que vivimos, más responsables y menos destructivo. Y esto es responsabilidad de todos y cada uno de nosotros.

Hoy escuchaba a José María Galán decir en la jornada «Futuro Félix» organizada por Planeta Biodiverso en conmemoración a Félix Rodriguez de la Fuente que en esta transición ecológica hay tres factores imprescindibles que debemos fomentar: Conciencia, Mentalización y Actos, sin importar tanto el tamaño de estos últimos, sino que seamos cada vez más activos.
Evitar una próxima pandemia debe ser un acto de solidaridad y responsabilidad por parte de todos, debemos comprender que necesitamos conservar el medio natural en su estado puro, no según nuestras necesidades y deseos, porque serán las especies que en él vivan las que ejercerán de barrera ante la infección de estos virus y patógenos generando el llamado efecto dilución.
Es necesario que cambiemos el modelo de consumo, que seamos más responsables con lo que adquirimos y necesitamos, que comprendamos qué suponen algunas de nuestras necesidades y optimicemos nuestros recursos. Ahora más que nunca debemos ser responsables, debemos hacer un cambio de rumbo si queremos de verdad vivir cómodamente en un futuro. Porque la realidad es que este confinamiento es la mejor de las opciones que se nos van a presentar si seguimos de esta manera.
También me ha gustado mucho la reflexión de Joaquín Araujo donde ha remarcado el modelo tan insolidario que tenemos como forma de vida, donde despreciamos lo que nos ofrece la propia naturaleza e ignoramos lo que nos aporta.
Nos hemos alejado tanto que ya no somos capaces de diferenciar las verdadera prioridades, solo nuestras necesidades infundadas y creadas. Hemos perdido la capacidad de pensar por nosotros mismos. Y necesitamos vivir la Naturaleza, porque es ahí cuando nos daremos cuenta de las verdaderas necesidades, donde nos desnudaremos de la superficialidad y lo impuesto, donde de verdad nos sentiremos humanos-animales, realizándonos, siendo útiles y estando en sintonía.
Esta cruda realidad, esta adversidad que vivimos no es más que un momento para reflexionar, para mejorar nuestra situación, para demostrar de verdad nuestra inteligencia y enfocarnos en el cambio hacia la verdadera esencia humana en sintonía con el resto de seres que habitan nuestro hogar. Debemos darnos cuenta de lo que está ocurriendo en la naturaleza al alejarnos, al apagar esa contaminación acústica en nuestros mares, al desaparecer del medio. Los animales reaparecen, vuelve a su entorno, a lo que les ha pertenecido y nosotros hemos invadido. Deberíamos vivir en sintonía entendiendo que nada nos pertenece, desprendiéndonos de esa incomprensible necesidad de creernos el pico de la pirámide, sino que somos parte del ciclo. Uno más.

Yo creo en ese cambio. Todavía creo en el ser humano, en nuestra calidad interna, en nuestra inteligencia y saber hacer. Creo que podemos redirigirnos a una existencia más sostenible, más lógica y coherente, aportando un granito de arena de cada uno, para generar la montaña del avance.
Todavía creo que es posible.